PRIMER BLOQUE: COLLAGE (La secuencia como collage)

Reflexiones sobre el COLLAGE

A lo largo de la Historia del Arte hemos podido asistir a algunas innovaciones de carácter pictórico que nos aproximan a la idea más contemporánea de lo que entendemos por procedimiento del "collage", si bien el "collage", como ya he apuntado en otro apartado de este mismo Blog, aún no había alcanzado por entonces la problemática de las relaciones entre representación y lo reproducido y por la tanto sin restablecer todavía la identidad entre ámbos niveles de exigencia.
Para aproximarnos a esta idea, partamos de algunos ejemplos como los frescos sobre la Vida de Cristo de la Colegiata de San Gimignano y que fueron ejecutados a finales de los años cuarneta o principio de los cincuenta del siglo XIV en la Toscana.
Cada uno de los lunetos está ocupado por un único episodio extraido de la infancia de Cristo. Las filas inferiores contienen dos escenas por crujía, en tanto la narración avanza y retrocede a lo largo de las cuatro primeras y adquiere impulso antes de alcanzar su apoteosis en la escena de la Crucifixión. A pesar de la multiplicidad de escenas y niveles la narración entera posee unidad dramática. El vigoroso fluir compositivo del resto de escenas no dinamiza sólo la transición a la fila inferior, sino que realza además el contraste dramático con lo que viene después.
No cabe duda que tanto en muchos de los frescos de este periodo como en los fantásticos retablos de tantas y tantas iglesias, se pone de manifiesto un vivo interés por sus autores de establecer una secuencia dramática y no siempre cronológica en la que su protagonista, la mayoría de las veces, es siempre la misma persona, enfrentada a muy distintos compromisos dentro del discurso narrativo organizado a partir de la secuencia principal. Tomadas cada una de estas escenas como otros tantos "fotogramas" y agrupadas de manera conveniente sobre el muro o el retablo nos pueden estar insinuando ya la idea de aquello que algunos siglos más adelante estaríamos denominando como "collage".
Si bien en este caso concreto estamos asistiendo a la contemplación de una serie de "estampas", autónomas aunque relacionadas entre sí y que conforman una secuencia en el espacio y el tiempo, otros ejemplos que propondré a continuación abandonan la idea de estampa a estampa para configurar un espacio único donde el personaje se desenvuelve en distintas actitudes en una sola unidad de tiempo y espacio.

 El espacio ya aparece en estos otros ejemplos tratado libremente, no aparece fraccionado y dividido en compartimentos como en la Edad Media, tampoco se organiza partiendo de una concepción intelectual; es concebido cada vez con miras a la cohesión interna del cuadro.
El tiempo empieza a diferenciarse: la Edad Media colocaba sus representaciones en un tiempo mítico y legendario; el gótico tardío, aunque guardando el procedimiento tradicional de la representación simultánea de varias acciones separadas por el tiempo, hace intervenir en el espectáculo que se desarroolla en el cuadro, el tiempo contemporáneo del artista: es la noción de la historicidad que se revela así.
La principal pieza de convicción es el fresco de MASACCIO El Tributo. En el centro de la composición, Cristo rodeado por un grupo de apóstoles ve su camino cerrado por el guardián de la ciudad, que le exige un óbolo como derecho de entrada. A la izquierda, San Pedro atrapa por orden de Jesús un pez en un lago y retira de su boca abierta los dos dracmas exigidos por el romano. A la derecha, el mismo San Pedro satisface el tributo reclamado.

El segundo ejemplo que propongo tiene lugar en España y el pintor en cuestión es El Greco. Se trata de su San Mauricio. No hay un detalle descuidado; todo, hasta la más lejana figurilla del fondo, hasta la más diminuta hierbezuela del campo, ha sido estudiado y resuelto con un anhelo intensísimo, que adivinamos casi doloroso de perfección. Se trata de una obra de gran empeño; uno de los lienzos de mayor tamaño que pintó Dominico (4,44x3,02) con numerosísimos personajes. De ellos, los del grupo de la derecha de tamaño algo mayor que el natural y los demás, en perspectivas escalonadas en diversos planos, en forma que recuerda a las miniaturas bizantinas, que el el griego no olvida nunca.



 LA COMPOSICIÓN:

Para conseguir este efecto, Doménico repartió el cuadro en tres zonas, en que transcurren escenas diferentes, aunque relacionadas entre sí. En dos tercios, del centro a la derecha, el coloquio de los cinco jefes principales de la heroica milicia, si bien el Greco aumentó a seis el número de las figuras del grupo. El cretense tuvo presente la escena, tan semejante, del otro San Mauricio, el griego martirizado en Siria y que a esto obedece la presencia de un muchachito entre los oficiales, que querría representar al niño Photio, hijo del mástir de Apamea. La parte que ocupa el tercio del cuadro a la izquierda, figura como el fondo de un valle dominado por la roca que sustenta el grupo de San Mauricio con sus compañeros, y allí, infinidad de figurillas, repartidas en dos zonas horizontales. En la más próxima, se representa al mismo San Mauricio, siempre con su aristocrática y elegante mesura, asistido por sus oficiales, confortando a sus soldados que van entregando su cabeza al verdugo...... Esta simultaneidad de escenas aparece en las más viejas miniaturas bizantinas y se advierte en toda la pintura medieval, nunca realista, sino narrativa..

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